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'Unidad y Armonía': la perspectiva de Humboldt sobre la naturaleza

En su extensa introducción a Cosmos, Humboldt destaca que:

“La naturaleza considerada de manera racional, es decir, sometida al proceso del pensamiento, es una unidad en la diversidad de los fenómenos; una armonía que reúne a todas las cosas creadas, no importa que tan distintas en forma y atributos sean; un gran todo animado por el aliento de la vida. El resultado más importante de una investigación racional de la naturaleza es, por tanto, el establecer la unidad y armonía de esta estupenda masa de fuerza y materia. . .”.(1)

Una pequeña frase que Humboldt escribió en el sumario del índice, presenta la médula de su prodigiosa obra:

“La necesidad de considerar de manera simultánea todas las ramas de las ciencias naturales. Influencia de este estudio sobre la prosperidad nacional y el bienestar de las naciones; su propósito más serio y característico es uno interno, elevarse por encima de la actividad mental exaltada”.

Más adelante en el texto, esta noción florece en este pasaje inspirador:

“Me place persuadirme a mí mismo de que los temas científicos han de tratarse, en términos del lenguaje, de forma digna, seria y animada a la vez, y de que aquellos restringidos a los límites circunscritos de la vida diaria, y que han permanecido ajenos por mucho tiempo a una comunión íntima con la naturaleza, les han abierto, así, una de las fuentes más ricas de alegría con la que la mente se fortalece por la adquisición de ideas nuevas. La comunión con la naturaleza despierta en nosotros facultades de observación que permanecían latentes; y así es como comprendemos de un sólo vistazo la influencia que ejercen los descubrimientos físicos en la ampliación de la esfera del intelecto, y percibimos cómo una aplicación sensata de la mecánica, la química y otras ciencias ha de hacerse propicia para la prosperidad nacional”.(2)

Y poco después, Humboldt escribe:

“Es en las naciones, como en la naturaleza, que, según una feliz expresión de Goethe, ‘se desconoce pausa en el progreso y el desarrollo, e impone su maldición a toda inacción’. La difusión de un conocimiento serio y sólido de la ciencia, puede así prevenir, por sí solo, los peligros de los que he hablado. El hombre no puede actuar sobre la naturaleza, o apropiarse de sus fuerzas para su propio uso, sin comprender a cabalidad, y sin tener un conocimiento profundo de las leyes del mundo físico. . . El conocimiento resultante de la libre acción del pensamiento es, a la vez, el deleite y la prerrogativa indestructible del hombre; y al formar parte del bienestar de la humanidad, no pocas veces sirve como sustituto de las riquezas naturales que no están sino escasamente esparcidas por la Tierra”.(3)

Cabe destacar la afinidad de esta perspectiva con una cualidad fundamental del concepto contenido en el corazón de la economía del Sistema Americano, como lo expresan Alexander Hamilton, Lincoln y Lyndon LaRouche.(4)

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NOTAS:

(1)Cosmos I.

(2)Cosmos I.

(3)Cosmos I.

(4).  Sobre este requisito del Estado nacional, ver Lyndon H. LaRouche, “The Issue of the Mind-Set” (La cuestión del estado mental), Executive Intelligence Review, Vol. 27, No. 9 (3 de marzo de 2000), págs. 12–44. LaRouche dice (pág. 33), “Para el propósito de la ciencia de la economía física. . . el papel de las dos clases de principios universales se distinguen como sigue. “Primero, la validación de descubrimientos de nuevos principios físicos universales lleva a los experimentos únicos necesarios para probarlos. Por necesidad, esos diseños experimentales, si tienen éxito, incluyen características que expresan el principio distintivo de la interrogante. Así, cada aplicación tal de un principio nuevo, como en diferentes medios y en diferentes combinaciones de principios, define lo que ha de considerarse como nuevas tecnologías, mismas que se expresan tanto en el diseño de productos como de procesos productivos relacionados. Es por este y otros medios relacionados, que aumenta el poder mensurable del individuo sobre la naturaleza. “Segundo, el descubrimiento de tales principios y de las tecnologías que les acompañan, no es suficiente. Aunque ocurra el descubrimiento de principios universales, en cada caso, dentro de los poderes soberanos de la cognición del descubridor individual, el proceso de transmisión de dicho conocimiento y su aplicación expresa un proceso social. Sin la cooperación entre los miembros pertinentes de la sociedad, la difusión y realización de estos descubrimientos y tecnologías no puede ocurrir de modo y a grado tal, que tenga un efecto benéfico perceptible a corto plazo sobre las características demográficas de la sociedad. Lo que es seguro, es que sin dicha cooperación, semejante difusión no ocurrirá en lo absoluto. . .”



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